Mi curiosidad por el arte, la creatividad y mi capacidad creadora siempre estuvieron muy de la mano con mi desarrollo interior.

Comencé a practicar yoga de chica con mi familia, pero no fue hasta los 18 años que me enfoqué en estas técnicas como un camino de vida. En 2009 fui por primera vez a una clase de ashtanga yoga y cuando me quise dar cuenta estaba practicando 6 veces por semana durante 2 horas al día. Asentarme en una técnica y profundizar diariamente en ella por tantos años, me permitió notar la transformación enorme que trajo a mi vida. No sólo me ayudó a fortalecer el cuerpo y a realizar posturas que jamás había imaginado lograr con tanta fluidez, si no que logré calmar y enfocar mi mente, bajar mucho mis niveles de ansiedad y reordenarme alimentariamente luego del impacto que había sido enterarme en el 2006 de que era celíaca.

Aunque viajé durante meses por distintos países de Asia y me fui encontrando con una gran cantidad de maestros que me inspiraron por el camino, creo que la transformación más potente ocurre en la práctica diaria de cada uno. En esa constancia, en el encontrarse y reencontrarse sobre el yoga mat una y otra vez, y luego llevar todos esos aprendizajes a las distintas áreas de nuestra vida.

Lo más lindo de dar clases de yoga, es compartir eso que tanto me transformó y ver que tiene un impacto positivo en el otro. Estoy convencida que estas herramientas son universales y que si las ponemos en práctica, tienen la potencia de ayudarnos a desplegar nuestra mejor versión.

Además de ser instructora de yoga y cofundadora de Budo, soy fotógrafa, creadora de Humans of Buenos Aires proyecto artístico con el cual publiqué mi primer libro y cofundadora de Minkai (ONG dedicada a brindar oportunidades educativas en zonas rurales de Argentina).